“Cuando hablo de danza inclusiva, no hablo de terapia. Me gustaría dejar en claro que esto nada tiene que ver con la terapia”, dice Marina Gubbay en el arranque de la entrevista con Alfilo. Así se posiciona para referirse a un tema controvertido y muchas veces silenciado: la relación entre arte y discapacidad a partir de una propuesta estética y de creación que no se centra en la rehabilitación. “En la danza inclusiva –sostiene-La idea es trabajar a partir de la posibilidad y no del límite”.
Gubbay es profesora de expresión corporal y trabaja desde hace veinticinco años como docente, investigadora y coreógrafa. En su propuesta, integra la danza, la educación y la salud. Es una de las fundadoras -junto con Andrea Fernández y Gabriela Guebel- de “Danza sin límites”, una asociación que promueve la difusión, la enseñanza y la práctica de una danza que, en sus propios términos “cultiva una base común para la expresión artística de todas las personas mas allá de su discapacidad, experiencia o cultura”.
Esta propuesta se inspira en el modelo norteamericano “Dance Ability Project”, creado en 1987 por Alito Alessi y Karen Nelson, con quienes se formó Gubbay. “Hasta que lo conocí a Alito, nunca había estado en una clase en la que aquel que tiene una discapacidad comparte la clase con quien no la tiene”, cuenta. “Históricamente las personas con discapacidades han sido aisladas de la sociedad. Este aislamiento ha limitado frecuentemente su experiencia física, emocional y social, como así también su expresión artística”, continúa. En este sentido, “Danza sin límites” es una iniciativa que promueve espacios en los que bailar en silla de ruedas, sobre una pierna o sobre dos, solo y con otros, sea materia de todos los días.
- ¿Cuáles son los ejes fundamentales de la propuesta de “danza inclusiva”?
- Nosotros llamamos “danza inclusiva” al trabajo que viene de este bailarín americano (Alito Alessi), quien creó este método denominado “Dance Ability”. Si analizamos la traducción, este concepto no tiene que ver con la discapacidad sino más bien con la habilidad o la no habilidad que cada uno tiene en la danza. Esto, de alguna manera, nos hace reunir a todos en la experimentación artística a través del lenguaje de la danza. Creo que hacer accesible para todos la danza -un lenguaje tan silenciado desde siempre- viene muy bien. La idea es tratar de ayudar a explorar y desenraizar prejuicios que tiene la gente con y sin discapacidad . Me parece que la idea es poder hacer visible lo invisible. Adentrarnos en la normativa y someterla a un nuevo análisis.
- ¿Cómo es posible abordar los prejuicios a partir del trabajo con el cuerpo, el movimiento y la creación artística?
- Cuando estuve en el curso de Alito en el 2004, en Eugene (Oregon, Estados Unidos) haciendo el entrenamiento docente, lo que más me maravilló fue entender de qué manera la danza y en el contexto de la clase, en la medida en que uno puede respetar sus límites físicos, emocionales y mentales puede también intercambiar con el otro y aceptar también el límite que el otro tiene. La idea es trabajar más a partir de la posibilidad y no del límite, porque creo que cada uno de nosotros, de alguna manera, tiene algún tipo de discapacidad.
Para Gubbay, la danza es un camino posible para hablar de otros temas y un excelente vehículo para entrar en relación con los demás. “Cada uno de nosotros es como las letras del abecedario. Y cada letra es una danza que, de alguna manera, busca su texto. Una letra busca a otra letra y, entre todos, vamos formando el texto de la vida. Creo que la danza inclusiva tiene que ver con eso. Con poder bailar y buscar el propio texto”, reflexiona.
La preocupación por la diversidad es central en esta propuesta. “La historia de la humanidad es la historia de la diversidad”, arriesga y completa la idea: “En una oposición binaria los términos son mutuamente dependientes, pero uno de estos términos lleva la carga normativa de la cual luego se desprende la diferencia. Es importante estar siempre conscientes de este polo que actúa como norma”.
- El programa, justamente, tiene que ver con una mirada artística del tema de la discapacidad, más que terapéutica…
- La idea es que en el curso nadie aísle a nadie y, por otra parte, que cada uno pueda desarrollar y expandir sus propias capacidades creativas. La idea es ver aquello que tenemos en común, por lo tanto si un cuerpo puede respirar, ya puede bailar. Todos los cuerpos bailan. Todos los cuerpos dicen y escuchan. ¿Cómo podemos hacer, entonces, para agudizar nuestra escucha, para entrar en contacto con el cuerpo del otro y hacer de esto una experiencia artística?
- ¿La improvisación se presenta como un aspecto importante en tu trabajo?
- En esta forma de danza, la improvisación habla de un presente. Por eso estamos muy atentos a la sensación que nos produce cada movimiento que hacemos. Por eso, también, podemos trabajar a partir de la memoria. De alguna manera traemos a la clase nuestro pasado y nos proyectamos en ese devenir, imaginando, fantaseando. En este sentido, el pasado, el presente y el futuro se unen en la improvisación. En esta concepción de la danza hablamos de un final abierto, que es lo que nos asegura la inclusión. En esta trama que vamos formando, cada uno va dejando su lenguaje de movimiento. En las clases preparamos al cuerpo para el movimiento; concentramos la mente para la improvisación y despertamos la intuición para hacer elecciones.
Al referirse a su trabajo, Gubbay se distancia de otras corrientes que abordan el tema de la discapacidad y rebate, por ejemplo, algunos de los postulados de la “danza integradora”. “Ahí hay alguien que tiene el poder y está diciendo, de alguna manera, quién puede y quién no puede integrarse”. “Prefiero hablar de lo plural - concluye- porque rompe con esta idea monolítica de la discapacidad, de la marginalidad y la vulnerabilidad. Esto permite reconocernos a todos y que tengamos un horizonte de derechos comunes”.
Fuente: Revista Al Filo - Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba - http://www.ffyh.unc.edu.ar/alfilo/alfilo-21/
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