Compartimos el siguiente documento elaborado por Cecopal y APADIM, e incorporado en el documento de la Oficina Regional Andina de la ONG TdH - Alemania (Terre des Hommes). Como todos saben, esta ONG financia y apoya el Programa de Inclusión Laboral de jóvenes en situación de vulnerabilidad, que estas organizaciones cordobesas, junto a La Luciérnaga y la Comisión de Ayuda de Trabajadores de Volkswagen, llevan adelante desde el 2006. Este documento se incorpora a un informe regional que periódicamente produce TdH (oficina regional andina) y que refleja la situación que viven los países de la región donde TdH trabaja y apoya proyectos (Perú, Bolivia, Chile, Colombia, Brasil y Argentina).
Sintéticamente, se refleja en este texto la realidad macro en la que se inscribe nuestro trabajo y los proyectos y acciones de cientos de organizaciones sociales y comunitarias. Este documento fue elaborado entre marzo y abril de 2008.
Contexto político social de Argentina
Política y economía.
Desde el año 2004 la continuidad del gobierno central (Nestor Kirchner 2004-2007 y Cristina Kirchner, desde 2007) impulsó transformaciones cuyas características más salientes son: política económica que restó protagonismo a la especulación financiera, la defensa de los Derechos Humanos y recuperación de la memoria como política de Estado, una Corte Suprema de Justicia menos dependiente del gobierno y una política internacional centrada en el impulso a un bloque regional (el Mercosur), con mayores niveles de independencia de los Estados Unidos. El aliento a ciertos niveles de producción industrial, que en parte se explica por la devaluación del 2002 y la capacidad ociosa, se complementa con una mayor regulación de los servicios privatizados, limitando las enormes ganancias que, en la etapa anterior, beneficiaron a los concesionarios.
En los últimos cinco años, las variables macroeconómicas crecieron, en la Argentina, a "tasas chinas" (más del 8 por ciento anual)[1] comenzando a dibujar un modelo económico de fuerte contenido agroexportador, con algunos rasgos industrialistas y con alta regresividad social.
El esquema de monocultivo de soja, principal producto de las exportaciones del campo argentino, trae aparejado la destrucción de los cultivos regionales, el desalojo de los pequeños campesinos, el desplazamiento de trabajadores rurales desempleados a los bolsones urbanos, la concentración de la tierra en pocas manos[2], el perjuicio de ecosistemas ricos en biodiversidad y un serio deterioro de la fertilidad del suelo. Este modelo no prioriza el mercado interno ni la redistribución de ingresos y amenaza seriamente la soberanía alimentaria. Problemas que hasta ahora no habían sido visualizados por la población que había visto en la soja la salvación a la crisis del 2001-2002.
Los ruralistas mantienen una política confrontativa contra el gobierno, en tanto y en cuanto se consideran propietarios de la totalidad de la renta agrícola y resisten el pago de las retenciones por las exportaciones. Esta puja explotó en marzo de 2008 en una generalizada protesta de productores agroganaderos que lleva 20 días de paro o lockout patronal y cortes de ruta generando un fuerte desabastecimiento en los centros urbanos del país.
Mantener durante tanto tiempo (seis años, de 2003 a 2008 incluido) una expansión de más del 8% genera, además de beneficios, costos cada vez más difíciles de esconder. En este sentido, el modelo económico muestra una serie de debilidades que, en principio, comprometen su consolidación en el mediano plazo: el crecimiento de la inflación, el bajo nivel de inversiones, la vulnerabilidad energética, la creciente puja distributiva, el peso del endeudamiento externo y la primarización del comercio exterior.
La Argentina, como toda América Latina, es una sociedad polarizada y tremendamente desigual. El 10% de la población que menos gana tiene un ingreso 30 veces inferior al 10% más rico. Esta última franja se queda con el 34,4% de la riqueza, mientras la primera apenas se lleva el 1,2% del total[3].
Los niños y jóvenes de los hogares pobres enfrentan severas dificultades apenas ingresan al sistema educativo. Esto se manifiesta en retrasos que se van acumulando hasta el punto de que sólo la mitad de la población logra terminar con normalidad el nivel primario. En la educación media, las dificultades para los jóvenes pobres se potencian hasta hacerlos desertar. La consecuencia es que sólo una minoría consigue terminar el nivel medio. [4]
El crecimiento económico del país ha generado empleos, sin embargo estas oportunidades laborales son aprovechadas mayoritariamente por personas con mayor nivel de educación, en general, quienes han alcanzado el nivel de secundaria completa o superior. Esto explica que los problemas de inserción laboral se mantienen para una numerosa cantidad de personas.[5]
Los datos sociales.
En suma, los altos niveles que muestra la macroeconomía no presentan un correlato en los indicadores sociales de la Argentina desigual: salarios promedios de un 20% por debajo de 1998 (año en que comenzó la crisis), más del 45 % de los trabajadores informales o no registrados. En la Argentina, la pobreza es principalmente, sinónimo de empleo informal. Mientras el desempleo ronda el 10% y el subempleo el 12%, más del 32% de la población está bajo la línea de pobreza. Los números del desempleo no han mejorado para algunos sectores particularmente desfavorecidos, como en las mujeres y las personas con discapacidad. En este último grupo, la desocupación asciende al 90 % de las personas con discapacidad en edad laboral. Este sector social además está sometido por la indiferencia y el proceso de invisibilización del estado, el mercado y la comunidad, que no los conciben en los hechos como actores sociales y ciudadanos.
La invisibilidad, la falta de acceso al trabajo y a la educación generan pobreza y dependencia política. La estrategia predominante en muchas de las políticas del gobierno central y las administraciones provinciales y municipales pasa por el control y la subordinación a través de subsidios y programas sociales focalizados con fuertes componentes clientelistas.
Golpeadas por los ajustes y las crisis, fragmentadas, con sus identidades debilitadas, estigmatizadas social y territorialmente, esas franjas sociales están expuestas a situaciones de enorme incertidumbre y precariedad, lo que determina que sus preocupaciones giren en el corto plazo sin plantearse, casi nunca, reivindicaciones más generales. Esa situación genera no sólo un agudo proceso de despolitización y una notoria indiferencia frente a la política partidaria, sino también una creciente retracción ante la propia esfera pública.
Golpeadas por los ajustes y las crisis, fragmentadas, con sus identidades debilitadas, estigmatizadas social y territorialmente, esas franjas sociales están expuestas a situaciones de enorme incertidumbre y precariedad, lo que determina que sus preocupaciones giren en el corto plazo sin plantearse, casi nunca, reivindicaciones más generales. Esa situación genera no sólo un agudo proceso de despolitización y una notoria indiferencia frente a la política partidaria, sino también una creciente retracción ante la propia esfera pública.En los últimos tiempos, se fue consolidando un modelo que restringió brutalmente las formas más universales de ciudadanía, vinculadas a los derechos sociales, el empleo y la igualdad de oportunidades, y la redujo a una idea patrimonialista y privatizadora, ligada pura y exclusivamente a la integración al mercado y la inclusión a través del consumo.
En los últimos tiempos, se fue consolidando un modelo que restringió brutalmente las formas más universales de ciudadanía, vinculadas a los derechos sociales, el empleo y la igualdad de oportunidades, y la redujo a una idea patrimonialista y privatizadora, ligada pura y exclusivamente a la integración al mercado y la inclusión a través del consumo.
Donde crece la esperanza.
El panorama dista de ser favorable para los sectores más empobrecidos, pero en medio de la fragmentación y la fatiga, anidan tensiones sociales y es posible encontrar, en barrios, villas, centros educativos y muchas organizaciones sociales, generalmente pequeñas y casi siempre desconectadas entre sí, que no han abandonado las ideas de proyectos colectivos ni sus expectativas de transformación social.
Prácticas que se tejen en el interior de las propias comunidades, en la cotidianeidad de la vida comunitaria, lejos de los escenarios públicos más visibles. Allí, donde persisten los vínculos solidarios pese a la angustia por la sobrevivencia, se empiezan a generar espacios organizativos, medianamente estables, que resisten la penetración de los punteros políticos y del clientelismo estatal.
[1] De reiterarse este año este nivel de crecimiento sería la primera vez en la historia argentina que se sostienen seis años consecutivos de expansión económica.
[2] Alrededor de 6900 familias y empresas-familias son propietarias del 50 % de los terrenos cultivados en Argentina.
[3] Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), junio de 2007
[4] En Córdoba 1 de cada 2 pobres no termina la educación media. “Prácticamente, la totalidad de los niños ingresan a la educación primaria. Hacia el final de la educación primaria, entre los niños pobres apenas la mitad está inserta en el curso que corresponde a su edad; la otra mitad ya acumula retrasos. Al final de la educación media, un 46% ha desertado, un 39% cursa con retrasos y apenas el 15% cursa el año que corresponde a su edad. Informe de IDESA – Instituto para el Desarrollo Social Argentino.
[5] “7 de cada 10 nuevos empleos son para personas con secundaria completa”. Según datos del INDEC para el 1º semestre del 2007 el 41% de los trabajadores asalariados son contratados “en negro”. El incremento neto de los puestos de trabajo asalariado entre el primer trimestre del año 2004 e igual período del 2007 se estima en 1,1 millones. Estos empleos fueron asignados en 827 mil a personas con nivel educativo medio o alto y sólo 305 mil fueron hacia personas con nivel educativo bajo”. IDESA
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