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"No puedo desintitucionalizar de un día para el otro"

Raquel Krawchik, secretaria de la Mujer, Niñez, Adolescencia de la Provincia, entiende que antes no había una política sobre minoridad. Apuesta a la inclusión social. Admitió la existencia de piezas de aislamiento en los institutos.

Raquel Krawchik es la secretaria provincial de la Mujer, Niñez, Adolescencia y Familia, área en la que se aglutinan varias dependencias de la antigua gestión provincial y se suman otras. Es psicóloga y no tiene trayectoria política. Para algunos fue sorpresiva la decisión del gobernador Juan Schiaretti de colocar a una “técnica” al frente de la Secretaría. Sobre el tema de la minoridad, la funcionaria apuesta por un cambio de política enfocada en la inclusión social a través del trabajo y a la desinstitucionalización de los chicos. Para ella, en las gestiones pasadas no había una política pública sobre minoridad.
– ¿Qué cambios de fondo supone la creación de la Secretaría?
–Con la crisis de 2001 se crearon programas de asistencia para aliviar el hambre. A esa política asistencialista hay que cambiarla por una política de desarrollo social, con una vuelta a la cultura del trabajo e incorporando mecanismos de inclusión social. El asistencialismo permite emparchar, pero no es una política de inclusión. Un ejemplo de inclusión es el programa “Trabajo por mi futuro”, que lanzamos hace poco. Después de que terminen la capacitación, los chicos de los institutos van a ser becados para trabajar en empresas. Pero no es un subsidio a la pobreza, como antes: es una beca de trabajo. Si no cumple, se la quitan.

– ¿Antes había una política de Estado sobre minoridad?
–No. Había necesidad de producir cambios sobre situaciones flagrantemente graves, como chicos muertos a golpes en las comisarías. Eran políticas de acción inmediatas, no políticas públicas para cambiar el estado de las cosas. Se mejoraron situaciones como sacar a los chicos de las comisarías, pero no hubo una política sobre minoridad. Ahora hay que construirla.

–Esta nueva política a la que usted apuesta ¿supone la desinstitucionalización de los jóvenes?
–Hay que caminar el trayecto hacia la desinstitucionalización de los niños y jóvenes, como lo determina la ley 26.061. A los chicos se los judicializa porque tienen una familia diezmada que abusa de ellos en todos los sentidos. Se generó esa cultura de que el Estado debe proteger a estos chicos. El instituto no es el lugar natural del chico. Pero no seamos hipócritas: no puedo desinstitucionalizar de un día para el otro. ¿Adónde van a ir todos esos chicos? Primero tengo que fortalecer las familias que hay y también debo crear alternativas, como las familias sustitutas.

–Ocurre que muchas veces esos institutos no son lugares de contención, sino espacios donde también hay violencia.
–Es verdad que son lugares donde había malos tratos y todavía hoy a lo mejor los haya, porque muchos operadores fueron formados en una política represiva. Te dicen que hay que ponerles límites y que aprenden a lonjazos. Pero no se da en todos los institutos. Tenemos que cambiar la cultura vincular de los operadores. Ya hemos echado a seis coordinadores que estaban denunciados. No creo que ahora un chico te diga que los operadores le pegan. Eso no es negociable. Significa irse. Tampoco es negociable que como castigo se les prohíba ir a la escuela o a los talleres, porque ésas son las actividades que los van a mejorar.

– ¿La desinstitucionalización no va en contra de los sectores de la sociedad que piden mano dura contra los “pibes chorros”?
–No hay que ser hipócritas. La pregunta del vecino puede ser: ‘¿No me van a robar más si se los desinstitucionaliza?’. Pero si también roban en los shoppings. Los pobres no son basura que tengo que poner debajo de la alfombra para que no se vea. No roban sólo los pobres, pero sólo a los pobres se los judicializa. En la clase media también se roba para comprar drogas, pero eso se oculta. Nadie lo dice. Para terminar con la delincuencia hay que terminar con el hambre, con las drogas, recuperar valores y la integración familiar. El único discurso es apostar al mejoramiento de la persona; no hay otra solución.

–Usted apunta a una política inclusiva. ¿Esto no supone riesgos, por ejemplo al mezclar “buenos” con “malos” en los institutos y talleres?
– ¿Por qué? Tengamos esperanza. La educación no es un proceso unidireccional, se aprende en el intercambio. Hay que ser positivo. Apostemos a que en ese intercambio se aprenda de los buenos y no de los malos. Además, la delincuencia no es contagiosa.

Fuente: La Voz del Interior.

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