Hasta el 10 de octubre, se puede visitar la muestra en la Escuela Carolina Mosca, de barrio Güemes. Foto: LaVoz / Sergio Cejas.
Técnica y sentimiento. Vale la pena darse una vuelta por la Escuela Carolina Mosca. Hace rato que el mundo de la discapacidad sólo brinda buenas noticias, por sus logros constantes. Entre las 15 pinturas y las 10 esculturas galardonadas, más las tres distinciones del jurado, se aprecia una notable variedad y flexibilidad de elementos (muchos de ellos desechables) e inspiración. Vistos en una habitación, y en el contexto del arte actual, es prácticamente imposible distinguir que fueron realizadas por paralíticos, minusválidos, autistas, Downs, invidentes o jóvenes en riesgo social. Hay dragones, tigres y dinosaurios; un chico sonriendo desde una hamaca; un gusano gigante, fabricado con tapas y cintas de engomar; un perro picado por una serpiente y una mariposa que quiere volar. La alegría campea sobre las paredes, aunque cuadros como Nuestros Rostros (Apadim), Ataduras (Taller Puqueyén, de Freyre) o ¿Jugamos a la escondida? (Instituto Madre Argentina, de La Falda) también reflejan el alma cercenada del discapacitado con una intensidad conmovedora. Instituciones como el Cabred, Ckary Cay, Pueblo Nuevo, María Montessori o el Carolina Mosca, siguen abriendo caminos. Se nota la mano de docentes tan particulares como sus alumnos. De los casi 50 establecimientos que participan en este salón, más de la mitad surgieron y permanecen gracias al esfuerzo privado. En general, son padres o particulares a los cuales no les resultaba fácil conseguir escuela o talleres para niños, jóvenes o adultos discapacitados. Como no había, los hicieron, y aquí están los resultados.
Fuente: La Voz del Interior.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario