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Dulce impunidad, amarga justicia.

Por Alfredo Grande
“la cultura represora baja la imputabilidad de los de abajo y sube la impunidad de los de arriba” (aforismo implicado)

PROCESO Y JUICIO ORAL Hasta 10 años preso por robar golosinas Es menor de edad y está acusado de robar Titas, Rhodesias, caramelos, alfajores y galletitas de un kiosco. ¿Es excesiva la pena? La Sala Sexta de la Cámara del Crimen confirmó el procesamiento contra el menor y lo acusó de haber robado: "dos cajas de 'Tita', dos de 'Rhodesia', tres bolsas de caramelos 'Arcor', tres cajas de 'Bonobon', una de alfajores 'Dulce Reina', cinco paquetes de galletitas 'Sonrisas', cinco de 'Merengadas', cinco de 'Mellizas' y cinco de 'Diversión'".
(APe).- La carátula de una causa judicial es un potente analizador de la
cultura represora. “Dime como caratulas y te diré quien eres”. El código penal es la evidencia sensible de la organización social y de la forma que reparte premios y castigos. Recordemos para no olvidar... al menos no del todo. Caso 1 de la fiscalía: “el” Bambino Veira, ídolo de los “santos” (¿qué le hace una paradoja más al tigre represor?) acusado de violación a un menor. Nació a la vida del fútbol como integrante de los inolvidables “caras sucias”. Se le volvió a ensuciar la cara cuando por ser tan lindo (al decir de su novia sonia pepe) todos (ellos y ellas) se enamoraban de él. La carátula final fue: “violación en grado de tentativa”. Por supuesto después de hábiles artimañas legales y culturales para explicar el delito desde las características psicofísicas de la víctima y no desde las características psicofísicas del victimario. Por lo tanto zafó legalmente, más allá que había zafado culturalmente cuando la hinchada santa le obsequió el canto: “bambino, bambino, dámela a sonia y te doy a mi sobrino”. Muy dulce. En este caso, un delito atroz tuvo la indulgencia mediática y legal para que todo quedara en el lugar de siempre. O sea el de la impunidad.

Otro caso de “carátula fácil” fue el del ingeniero Santos (con santos como éstos estamos tranquilos) Persiguió a los que le habían robado el santo grial del pasacassette y con el arma que llevaba en la guantera del auto para defender el sagrado derecho a escuchar música, los baleó. Para la justicia fue un “exceso en legítima defensa” . Nunca se entendió en defensa de qué, suponemos que del ser y el audio nacional. En las lunetas traseras de varios automóviles, los intrépidos conductores ponían la leyenda: “tengo pasacasette y soy ingeniero” . Con la ayuda del inolvidable Bernie Neustadt, fogoneaban la venganza, con la misma vehemencia que impedían la justicia.
Pero la impunidad es un plato que se come a la derecha de la imagen. Las carátulas para los delitos que la exclusión económica, política y cultural produce, y por lo tanto las penas solicitadas, son siempre remedios peores que la enfermedad. ¿Qué se quiere castigar? ¿El delito en si o el delito para si? Delito en si es la conducta que el código penal tipifica como tal. Pero el delito para si tiene que ver con el placer que tal delito trae al delincuente. Caso emblemático: la denominada violencia familiar, los abusos sexuales, la violación, la trata de personas. El crimen de las galletitas rápidamente llegó a juicio oral. (lo cual es lógico porque se trataba de dulces) . La mera enunciación de los cargos, con ese detallismo propio de la derecha, es para reír primero y para llorar después. O al revés. En este caso, el delito para si es lo que tiene el mayor castigo. La derecha no puede perdonar que los nadies disfruten de algún tipo de dulzura. A mi criterio la marca de la cultura represora es que consideran un agravante haber actuado “en banda” . Algo así como decir que el pobre y excluido hasta tiene prohibido hacer amigos. Que los burgueses vayan en patota para festejar aniversarios, cumpleaños, bautismos, etc, está buenísimo. Pero como dice el tango, “nunca faltan encontrones cuando un pobre se divierte”. Que la diversión pase por el delito, es absoluta responsabilidad de una cultura de la crueldad que a millones de personas les muestra y vuelve a mostrar aquello que nunca podrán comprar. La publicidad promueve un genocidio del deseo, que se extingue de tanto ver lo que está mucho más lejos del alcance de la mano. El estruendo de una vidriera rota pudo escucharse. El estruendo de los cristales rotos de las subjetividades estalladas es silencioso. No hay peor sordo que la cultura represora para no querer oír. Los garantistas hablarán de probation. Los inquisidores de penas ejemplificadoras. Ya está dicho: “imputabilidad por abajo, impunidad por arriba”. Nadie se acercará al lugar de detención de estos adultos encerrados en cuerpos de niños para comer junto a ellos, con una sonrisa y un abrazo, la rhodesia de la paz.

Fuente: Pelota de Trapo.

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