La activista y filósofa Soledad Arnau reivindica el
derecho a la diversidad y la necesidad de romper con los tópicos y prejuicios
que rodean a las personas con discapacidad y el sexo
"Cuando ves a alguien en silla de ruedas no lo
concibes en términos de deseo, piensas en qué le habrá pasado, por
ejemplo"
Arnau defiende la figura del asistente
personal: "Lo traumático no es que no pueda comer por mí misma, sino que
no haya nadie que me dé de comer donde, como y lo que yo quiera"
Fuente: eldiario.es Periodismo a pesar de todo.
Autora: Marta Borraz
Hace casi 15 años Soledad Arnau se convirtió en una
de las fundadoras del Foro de Vida Independiente y Divertad (FVID). La segunda
palabra, inventada, es la unión de otras dos: Dignidad y Libertad. Alcanzarlas
es uno de los objetivos de esta comunidad, que el pasado mes de septiembre
convocó a cientos de personas a recorrer Madrid. "Una sociedad excluyente
es la que me discapacita, la diversidad es la vida, la uniformidad es la
muerte" fue uno de los lemas que enarbolaron. El colectivo quiere impulsar
en España la llamada filosofía de vida independiente para las personas con
discapacidad, un movimiento surgido en Estados Unidos en la década de los 70.
Foto de Soledad Arnau |
El Foro de Vida Independiente es también el que
hace diez años acuñó el término diversidad funcional para referirse a las
personas con alguna discapacidad. Soledad Arnau, filósofa, activista y
presidenta del Instituto de Paz, Derechos Humanos y Vida Independiente, suele
referirse así a ellas (a sí misma) cada vez que habla. Resume esta
teoría como "un proceso de empoderamiento de las personas con
diversidad funcional, que tenemos derecho a tomar nuestras propias decisiones,
a equivocarnos y a cometer errores, no queremos sobreprotección".
Arnau critica las bases "asistencialistas y
caritativas" sobre las que, en su opinión, se asienta la política social
española, a las que el colectivo al que representa quiere dar la vuelta.
Características que, dice, se reflejan en que la sociedad "nos reserva
espacios y maneras de vivir especiales, oportunidades laborales especiales o
una educación especial, no ordinaria".
La figura del asistente personal
La visión paternalista que quieren romper surge,
analiza al otro lado del teléfono, porque "seguimos pensando que las
personas con diversidad funcional somos personas enfermas". "En este
país se sigue primando que vivamos en residencias y no de forma independiente.
Yo he ido toda mi vida en silla de ruedas, pero también soy feminista y a lo
mejor me apetece convivir con gente feminista", afirma. "Parece como
si a los que tenemos diversidad funcional no nos debiera importar nada
más".
En el otro extremo se coloca lo que ella llama
"plena inclusión". La educación es una de las herramientas que
identifica para conseguirlo: "Tenemos corporalidades o maneras de
interpretar el mundo distintas, pero como no existe una verdadera educación
inclusiva, no sabemos convivir con las diferencias". Sin
embargo, para el colectivo la vida independiente no se entiende sin la
figura del asistente personal, o lo que es lo mismo, personas que ayudan a otras
en la realización de las tareas cotidianas. Las manos, las piernas de la que
tiene diversidad funcional.
Arnau necesita de esta figura laboral de forma
permanente porque para cualquier actividad precisa de apoyos humanos e insiste
en que es justo eso lo que le concede autonomía moral. "No puedo
valerme por mí misma físicamente, pero la que dirige las riendas de mi vida soy
yo", sentencia. La activista quiere romper con los prejuicios y la
victimización. "El mundo me mira y dice 'pobre Sole', pero lo traumático
no es que no pueda comer por mí misma, es que no haya nadie que me dé de comer
donde, como y lo que yo quiera".
El derecho a la sexualidad
También habla sobre sexo, sin tapujos ni
prejuicios. Nombra el documental Yes We Fuck!, un proyecto
transgresor que busca acabar con el imaginario que asocia diversidad
funcional y asexualidad. La película muestra cómo viven su sexualidad y
afectividad las personas con discapacidad y lo reivindican como acto político,
como defensa de otras formas de placer alejadas de la heteronormatividad (o
no). Reclaman, sobre todo, el derecho a la diversidad. "A las personas con
discapacidad se nos trata como a seres humanos asexuales e
infantilizados", sostiene Arnau.
El documental ha contribuido a desmontar los
tópicos, pero la filósofa sigue pensando que "cuando ves a alguien en
silla de ruedas no lo concibes en términos de deseo, más bien piensas en qué le
habrá pasado, por ejemplo". La concepción actual de la estética ha acabado
por alejar de lo objetivamente deseable los cuerpos diversos, lo que ha
conducido a que "la manera más fácil y sencilla de gestionar la sexualidad
de las personas con diversidad funcional haya sido omitirla".
Al igual que la figura del asistente personal,
Arnau reivindica la de los asistentes sexuales. Poco a poco van surgiendo en España organizaciones que sirven de
enlace entre ellos y las personas con discapacidad, que basan
sus encuentros en pactos alcanzados por ambas partes. En España esta figura se
mueve en la alegalidad y el debate sobre qué hacer con ella y sus implicaciones
no ha hecho más que empezar. Mientras, la organización Sex Asistent, junto
a la Asociación Nacional de Salud Sexual y Discapacidad (ANSSYD) ha
elaborado un código ético que incide en la necesidad de reconocer a las
personas con discapacidad como sujetos de derechos y "no solo como
objeto de tratamiento y protección social".
Una de las escenas de "Yes, we fuck!", un documental en preparación sobre sexualidad y discapacidad |
La Convención de la ONU sobre los
Derechos de las Personas con Discapacidad, celebrada en 2006 actúa como paraguas de las reflexiones de Arnau. Una
hoja de ruta que en su artículo 19 propugna el derecho a vivir de forma
independiente y a ser incluido en la comunidad. El mismo año España aprobó
la ley de la dependencia. La activista critica el bajo presupuesto que se
destina al sistema, que prevé una prestación económica para familiares
cuidadores o algunas horas de ayuda a domicilio. "Hay personas que
invierten dos horas en levantarse y la asistencia les cubre tres horas...Dinero
hay, lo que no hay es voluntad política suficiente", denuncia.
Arnau defiende los planes personalizados de
asistencia. Aquellos en los que las horas o la prestación económica para el
cuidador o cuidadora dependen del ritmo vital de cada persona y de sus
circunstancias. Este es el espíritu de las pocas Oficinas de Vida
Independiente que existen en España, gestionadas por las administraciones
públicas. Existen en la Comunidad de Madrid, Andalucía, Barcelona y Galicia.
"Lo cierto es que no siempre cubre la totalidad de la
necesidad", dice Sole, que cuenta con esta figura gracias a la OVI de la
capital. "Pero es un avance que hay que seguir potenciando",
prosigue.
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