Tiene 17 años y por ahora se desempeña como guardavidas junior porque es menor. Pero trabaja junto a su profesor. Este año hará el curso de socorrismo en aguas abiertas.
“Hola Gastón”, saluda un nene de no más de 5 años en la colonia de vacaciones. Y el guardavidas junior, con su torpedo flotador anaranjado le responde el saludo con una sonrisa, mientras camina por un costado de la pileta.
Unos metros más allá, el entrenador y guardavidas Horacio Castillo, acompaña, mientras invita a su discípulo: “Hagamos una pileta de calentamiento”. Y al mejor estilo de Mitch Buchannan en la noventosa serie Baywatch, Gastón se tira al agua.
Todos los días, entre las 10 y las 13, Gastón Spotti Cajal, este chico con síndrome de Down de 17 años, trabaja junto a su maestro y mentor como guardavidas juniors: “Me gusta mucho nadar”, le cuenta a Clarín, y se apoya en el lenguaje de señas para hacerse entender, debido a que tiene cierta dificultad para hablar.
“Gasti”, como le dice su familia, es el menor de cinco hermanos y un verdadero luchador: a los cuatro meses de vida lo operaron del corazón por una deficiencia que tenía en la comunicación intraventricular: “Es un chico de muchas luchas y triunfos”, cuenta emocionada su mamá, Verónica Cajal, que es profesora de educación física.
Quizá por herencia genética y astrológica, los cinco hermanos Spotti Cajal viven en el agua: “Yo soy de Piscis, siempre preferí enseñarles a nadar antes que poner rejas en la pileta. Y Gasti es un delfín, nada desde muy chico. Antes en las piletas ponían mucho reparo y había mucho prejuicio, hasta que un día, cuando Gastón tenía unos 8 años, fui a la pileta del Pizzurno (depende de la Provincia) y me preguntaron si el nene era independiente. Les contesté que sí, y me dijeron que lo dejara y me fuera. Fue una grata sorpresa”.
Ese guardavidas de la colonia de vacaciones que trató a gastón como un chico más, fue Horacio Castillo: “Cuando Gastón cumplió 17, y como nadó toda su vida, le dije si quería hacer el curso de guardavidas. Y se prendió enseguida. Durante ocho meses vino a las clases y aprendimos muchas cosas juntos. Él es un chico que entiende todo y cumple todo el protocolo del guardavidas: desde parar el motor de la pileta, destapar el filtro, hasta tirarse al agua a socorrer a una persona. Es socorrista junior porque es menor, pero este año va a hacer el curso de socorrismo en aguas abiertas”, agrega el profesor Castillo, quien lleva casi cuatro décadas como guardavidas en Argentina y Europa.
Francisco (27), el hermano mayor de los Spotti Cajal nació con parálisis cerebral: “Eso nos dio un entrenamiento como familia, que nos sirvió muchísimo cuando nació Gasti”, cuenta su mamá. Y agrega: “Gastón, como ve que sus tres hermanas van a la facultad, también quiere estudiar como ellas, le encanta dibujar e hizo dos años de un taller de Bellas Artes en la Universidad Provincial. Y como las tres, María de los Angeles, Carolina y Lucía estudiaron en el colegio Domingo Zípoli, de formación musical; Gastón también quiso cantar. Y estuvo dos años en un coro municipal, también fue una experiencia muy linda”.
Unos metros más allá, el entrenador y guardavidas Horacio Castillo, acompaña, mientras invita a su discípulo: “Hagamos una pileta de calentamiento”. Y al mejor estilo de Mitch Buchannan en la noventosa serie Baywatch, Gastón se tira al agua.
Todos los días, entre las 10 y las 13, Gastón Spotti Cajal, este chico con síndrome de Down de 17 años, trabaja junto a su maestro y mentor como guardavidas juniors: “Me gusta mucho nadar”, le cuenta a Clarín, y se apoya en el lenguaje de señas para hacerse entender, debido a que tiene cierta dificultad para hablar.
“Gasti”, como le dice su familia, es el menor de cinco hermanos y un verdadero luchador: a los cuatro meses de vida lo operaron del corazón por una deficiencia que tenía en la comunicación intraventricular: “Es un chico de muchas luchas y triunfos”, cuenta emocionada su mamá, Verónica Cajal, que es profesora de educación física.
Quizá por herencia genética y astrológica, los cinco hermanos Spotti Cajal viven en el agua: “Yo soy de Piscis, siempre preferí enseñarles a nadar antes que poner rejas en la pileta. Y Gasti es un delfín, nada desde muy chico. Antes en las piletas ponían mucho reparo y había mucho prejuicio, hasta que un día, cuando Gastón tenía unos 8 años, fui a la pileta del Pizzurno (depende de la Provincia) y me preguntaron si el nene era independiente. Les contesté que sí, y me dijeron que lo dejara y me fuera. Fue una grata sorpresa”.
Ese guardavidas de la colonia de vacaciones que trató a gastón como un chico más, fue Horacio Castillo: “Cuando Gastón cumplió 17, y como nadó toda su vida, le dije si quería hacer el curso de guardavidas. Y se prendió enseguida. Durante ocho meses vino a las clases y aprendimos muchas cosas juntos. Él es un chico que entiende todo y cumple todo el protocolo del guardavidas: desde parar el motor de la pileta, destapar el filtro, hasta tirarse al agua a socorrer a una persona. Es socorrista junior porque es menor, pero este año va a hacer el curso de socorrismo en aguas abiertas”, agrega el profesor Castillo, quien lleva casi cuatro décadas como guardavidas en Argentina y Europa.
Francisco (27), el hermano mayor de los Spotti Cajal nació con parálisis cerebral: “Eso nos dio un entrenamiento como familia, que nos sirvió muchísimo cuando nació Gasti”, cuenta su mamá. Y agrega: “Gastón, como ve que sus tres hermanas van a la facultad, también quiere estudiar como ellas, le encanta dibujar e hizo dos años de un taller de Bellas Artes en la Universidad Provincial. Y como las tres, María de los Angeles, Carolina y Lucía estudiaron en el colegio Domingo Zípoli, de formación musical; Gastón también quiso cantar. Y estuvo dos años en un coro municipal, también fue una experiencia muy linda”.
Imagen de Gastón Spoti Cajal en el agua con su entrenador. |
Entre las muchas actividades que realiza Gastón –cursa el secundario en la escuela especial de la Asociación Civil APADIM-; una de las que más le gusta es trabajar en el taller que su papá José Luis tiene en el garage de su casa: allí padre e hijo construyeron un trike (ala delta con motor) en el que vuelan los fines de semana y ahora arman paso a paso un avión que voló su abuelo en la década del 40.
-Ayer comimos asado -le cuenta Gastón a Clarín, fue el festejo por el primer sueldo como guardavidas.
-¿Lo pagaste vos?
-Noooooo, la plata es mía. Pagó mi papá –aclara con picardía.
Desde esta semana, Gastón encara un nuevo desafío: ir a trabajar solo en colectivo. Durante una semana lo guiará su hermana Carolina; otra semana irá solo y sus padres lo seguirán de cerca. Y después, hará el recorrido solo.
En medio de la charla con Clarín, al guardavidas le da hambre. El maestro Horacio le da plata y su coequiper va solo al mercado a comprar. Regresa contento, con pan, fiambre, gaseosa… y vuelto. La mesa está servida.
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