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Sobre exclusiones y accesos

Por Martín Passini*

"Explicame lo que quieras, pero vos hoy no vas a entrar"
La mañana del domingo los diarios y radios locales difundieron la información que luego se replicó como reguero de pólvora entre las redes sociales. El lunes fue noticia del día para los noticieros y no hubo espacio en el que no se hablara del tema. Se hicieron coberturas, entrevistas con los coordinadores y acompañantes del grupo, se inquirió públicamente a los responsables del boliche, cuyas excusas respondían a razonamientos ambiguos, contradictorios y torpes, hubo entrevistas con especialistas, escarnio público, comentarios indignados, denuncias ante el INADI, repudio desde el estado provincial (que días antes no podía justificar por qué sostenía situaciones de infra-humanidad en el hospital neuropsiquiátrico de Bell Ville), más indignación y grotescos comentarios insultantes al pie de las noticias en algunas webs.

Así por un par de días, en los que parecía que todos debíamos hablar del tema.  La agenda a veces se presenta como un mandato.  Entre la obligatoriedad de estar al tanto, de hablar de lo qué se está hablando, de tomar partido, y el sentido de la oportunidad para decir lo que se piensa. Para instalar las propias ideas.

Hoy la crónica parece haber entrado en el declive de la curva, en su inexorable marcha hacia el silencio y el ostracismo.  El circuito habitual de las noticias. La implacable lógica de mercado definida por la obsolecencia programada condiciona también la exigua vida útil de la información.

Quizás por eso esperamos para expresar nuestra voz. Porque aunque sentimos la necesidad de hacer nuestro aporte para que como sociedad podamos cambiar algunas situaciones, no deseamos que nuestras palabras sean parte de la lógica binaria acusación/defensa, ni sean carcomidas por esa levedad que adquiere la información al volverse mercancía. También para que nuestras palabras sean frutos de la reflexión y el análisis crítico racional, para lo que se necesita tiempo. Para que en definitiva no sean interpretados como parte de esa dinámica de noticieros.

No es que nuestras palabras sean más importantes. En todo caso ese no es el punto. Para nosotros lo más importante es saber que aportamos algo. Y la situación de discriminación sucedida el sábado en el boliche de Nueva Córdoba merece nuestra atención, preocupación y sobre todo, reflexión.  Reflexión para que la nuestra no sea una mera reacción. Sino una expresión de nuestros sueños.

Lo sucedido es inadmisible. La exclusión en los espacios públicos, abiertos, de socialización, de recreación, de pertenencia, de la vida en sociedad deviene de una idea de política y sociedad de negación del otro.  La superación de estas representaciones sociales y de los modelos de sociedad a los que remite es trabajo de día a día.  

Hablamos de inclusión, de derechos, de valoración de la diversidad.  Evitamos hasta ahora mencionar al boliche Miix, al que refieren las noticias, ni a las personas con discapacidad intelectual cuyo ingreso al boliche les fue negado.  Porque más allá de esa situación puntual lo importante es a qué remite. Porque queremos que sean las mismas palabras con las que entendamos qué sucede cada vez que, amparado en el lugar común del "Derecho de Admisión" se coarta el acceso a determinadas personas que son vistas como diferentes e indeseables, en situaciones que tristemente como sociedad vemos como naturales.  Sucede cotidianamente. Jóvenes que no encajan en el tipo ideal deseado, según los parámetros de estética, son expulsados de estos espacios de la ciudad.  Por clase social, por obesidad, por género, por formas de vestir, color de piel, por “portación de rostro”, por rasgos físicos y también por discapacidad.
Boliche de Nueva Córdoba (Foto: La Voz)
No se sabe qué tipo de aprendizajes pueden tomar los que cerraron la puerta del sábado por la noche y fueron noticia el resto de la semana. Los responsables del boliche quizás aprendieron alguna lección, quizás no. Quizás se sientan internamente incomprendidos en su afán de cuidar un negocio basado en escalas y exclusividades de clases y jerarquías, en exclusiones.  Quizás estén repensando sus estructuras. Quizás están viendo cómo cuidarse más, cómo ser más políticamente correctos. Al interpretar el mensaje de la semana, creemos que buena parte de lo dicho y visto durante todos estos días manifiesta: “con los chicos con síndrome de Down no!”  Y por eso mismo, mucho menos podemos saber qué tipo de aprendizajes sacamos como sociedad de todo esto.  Y si en definitiva habrá algo cambiado.
Sucede cada vez que, amparado en el lugar común del "Derecho de Admisión" se coarta el acceso a determinadas personas que son vistas como diferentes e indeseables, en situaciones que tristemente como sociedad vemos como naturales.
Según las informaciones, es correcto decir que los responsables del boliche discriminaron. Pero sin quitar responsabilidad también puede decirse que reprodujeron un discurso, viendo la discapacidad con un lente social bifocal que conjuga la perturbación y la hipocresía. Porque al impedir el acceso están obedeciendo a representaciones sociales. Diciendo eso, creemos que se estaría siendo más preciso.

Para que se nos entienda, es muy positivo que se haya hablado del tema.  Evidentemente los dueños de las discos estarán ahora más preocupados porque no les suceda lo mismo. Quizás entonces este es un buen momento para ocupar espacios. Los cambios se pueden generar ganando lugares. Haciendo que la gente se adapte, acepte la diversidad y no la tema o se burle de ella.  En ese sentido, aunque relativo, sí puede ser una oportunidad este momento.
Reprodujeron un discurso, viendo la discapacidad con un lente social bifocal que conjuga la perturbación y la hipocresía.
Desde los 90s en adelante muchos estudios han abordado el estudio de los consumos culturales juveniles, las culturas nocturnas urbanas, expresando las cuestiones de poder, de deseo y de identidad que se juegan en estos espacios.  Y cómo los negocios se construyen y sostienen en base a esas pautas culturales.  Más allá de las prácticas evidentes en esos espacios (bailar, pasarla bien con amigos, divertirse, etc.) en los boliches se dan fenómenos sociales de pertenencia, diferenciación, aceptaciones y rechazos.  Los jóvenes aceptan sin posibilidad de resistir, que se los ordene y etiquete.  Entradas diferenciadas, largas colas de espera, espacios vip restringidos y puertas que se cierran para algunos y algunas.  Porque en definitiva la presencia del otro, del diferente, inhibe el juego, la competencia, la representación.  Por eso, ahora que las puertas de ingreso están forzadamente abiertas, quizás sea el momento para no seguir abonando por fiestas especiales para personas especiales, para ocupar el espacio y tensionar cambios.
No podremos saber qué se les pasó en ese momento a los encargados del boliche para no permitir el ingreso. Pero sí podemos decir a qué valores, ideas, principios, filosofía, ideología o política remiten determinadas prácticas.  Y eso nos permite entender que estamos no sólo ante un hecho singular, sino ante un problema social. Porque si un sistema de ideas se está expresando, es porque está vivo.

Quienes trabajamos en la temática de la discapacidad debemos promover la mirada sobre el tema desde la óptica de los derechos.  La discapacidad es una cuestión de derechos. Es parte de la agenda por la promoción, defensa y ejercicio de derechos humanos. Y en ese sentido como aportes a la construcción de sociedades más inclusivas, accesibles y equitativas. Debemos seguir trabajando por las transformaciones necesarias para lograrla. En ese marco, las noticias del fin de semana pasado nos abren la posibilidad de ampliar el debate, de incorporar más elementos que nos permitan desnaturalizar las prácticas de segregación y exclusión sociales, y no sólo a causa de discapacidad. Modestamente, eso intentamos desde aquí.

Diversidad y la alegría de quitarse las etiquetas.

*Encargado Comunicación Institucional en APADIM Córdoba

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