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Fijarse en lo que se dice.

Desde nuestra institución y en el marco de encuentro de la Mesa de Trabajo en Discapacidad y Derechos Humanos, venimos hace tiempo trabajando en propuestas para incidir en las representaciones sociales y los discursos comunicacionales (periodísticos, profesionales, sociales, etc.) que se vinculan con la temática de la discapacidad, la diversidad funcional y con las personas con discapacidad.
Foto de la Marcha por el Derecho a la Salud Mental.
Carteles que dicen: «"Retrasado" viene el colectivo» y «Especiales son "las pizzas"»
En función de promover mejores condiciones sociales y de acceso para la participación, protagonismo y en general el ejercicio pleno de derechos de las personas, es evidente que la comunicación como herramienta generadora (reproductora, transformadora, recreadora) de cultura, pero también como sustancia que constituye a las relaciones humanas juega un rol central. 
Los discursos y los supuestos en los que se basan condicionan, definen actos, políticas, prácticas y relaciones, así como el lugar que ocupa cada uno y cada una en esos procesos.  Cada frase, cada enunciado además del contenido concreto, vehiculiza de maneras más o menos implícitas miradas de la realidad, del mundo y del otrx.  Repensar esos supuestos, desmontar los prejuicios y lugares comunes que poblan los supuestos; en concreto: ver qué se dice con lo que se dice, nos permite reelaborar ideas "desde otro lugar", con una actitud de respeto de las singularidades y diversidades, y el deseo de aportar a una sociedad realmente inclusiva.
Esto no nos lleva a elaborar artificialmente discursos políticamente correctos, enunciados vacíos cargados de hipocresía e incoherentes con las prácticas y la realidad, sino a replantear las formas en que generamos las relaciones sociales y finalmente como construimos sociedad.
En estos desafíos hay múltiples esfuerzos e históricos antecedentes de otros espacios para recuperar. A modo de ejemplo, compartimos aquí este artículo de recomendaciones del INADI y una serie de materiales de Argentina y España para acceder on line aquí.

  Recomendaciones en el uso de la terminología  
El lenguaje constituye un medio a través del cual las personas se comunican entre sí. No obstante, el lenguaje no está exento de prejuicios y muchas veces reproduce un discurso estigmatizante que encuentra sus fundamentos en el paradigma de “normalidad” hegemónico.
El INADI trabaja desde sus diferentes áreas en la visibilización y desarticulación de este discurso discriminatorio con el objetivo de contribuir, desde la comunicación, en la inclusión de los distintos grupos en situación de vulnerabilidad.
En el caso particular de las personas con discapacidad, la discriminación en el lenguaje se evidencia en la utilización de ciertos términos y la predominancia de la perspectiva de la discapacidad propia del modelo médico o rehabilitador, que adopta una concepción reduccionista y asistencialista de las personas con discapacidad.
A continuación se desarrollan las recomendaciones sobre ciertos términos y conceptos no discriminatorios presentes en el capítulo sobre “Discapacidad” de la publicación de Buenas prácticas en la comunicación pública (INADI, 2012):

Utilizar la palabra Discapacidad
Como consecuencia de la carga negativa que conlleva la palabra discapacidad, ésta se ha querido reemplazar con expresiones como persona excepcional, persona con capacidades diferentes, persona con necesidades especiales, etc. Esta terminología resulta eufemística y se recomienda no utilizar, ya que invisibiliza a la persona con discapacidad al emplear vocablos alejados de la realidad.
Hablar de capacidades diferentes puede llevar a pensar en determinadas características sobresalientes, no habituales, incluso sorprendentes, a la vez que subraya la diferencia partiendo de un criterio de normalidad en cuanto al uso de las capacidades humanas. Por ello, aun queriendo ser inclusiva, resulta ser una expresión que no ayuda a pensar en la diversidad como algo propio del ser humano.
Tampoco el concepto de necesidades especiales nos ayuda a pensar en términos inclusivos, ya que, en uno u otro sentido, todos los individuos tenemos necesidades particulares que hacen a nuestra singularidad.

Priorizar el concepto de persona
Es habitual que se aluda a discapacitado/a, dándole un sentido de totalidad a algo que es solamente una característica o cualidad. Por esto es necesario referir a persona con discapacidad, terminología que permite cuidar la individualidad del sujeto y ubicar a la discapacidad en su rol de cualidad, que no agota ni define todo lo que un sujeto es o pueda llegar a ser.
Es necesario que la terminología utilizada comunique que las personas con discapacidad son, ante todo, personas que viven, sueñan, estudian, piensan, trabajan, tienen familia y son parte de un todo. No son solo su silla de ruedas, su audífono, su bastón, su forma diferente de expresarse.
Se recomienda entonces utilizar la denominación persona con discapacidad en lugar de discapacitado/a, así como también mencionar la deficiencia: persona con problemas de visión o discapacidad visual, persona con problemas de audición, persona con discapacidad intelectual, etc.
En el caso de hablar de una persona con discapacidad visual, no se recomienda referir a un/a no vidente, ya que evoca a una persona que no puede predecir el futuro antes que a alguien con dificultad en la visión.
Tampoco utilizar términos como incapacidad o invalidez, ya que conllevan una carga peyorativa al implicar la idea de una persona que no es capaz o que no es válida.

Desterrar la actitud paternalista
La actitud paternalista comunica el sentirse superior, en posición de dar algún tipo de protección. Es habitual, en la vida cotidiana y en los medios de comunicación encontrar la actitud compasiva (“pobrecitos”) o el posicionamiento en una actitud de dádiva o benefactora.
Es frecuente escuchar en los medios expresiones como “¡mirá qué ejemplo: se recibió de abogada/o y es ciega/o!” o “¡se animó a venir a cantar y es paralítico/a!”. Esta actitud niega la condición de sujeto que tiene derecho a tener la mayor autonomía posible, a recibir el mismo trato respetuoso y ser reconocido en sus derechos, cualesquiera sean sus cualidades.
En este sentido, es necesario ver la problemática desde una perspectiva de derechos y actuar conforme a ella.
No estigmatizar a las personas que tienen alguna deficiencia como personas que sufren o padecen. Sugerimos utilizar el verbo tener; por ejemplo: tiene discapacidad visual.
No deberían utilizarse términos negativos como padecer, sufrir, estar afectado/a por, ser víctima de. Estos términos proceden de la presunción de que una persona con una deficiencia de hecho sufre o experimenta una disminución en su calidad de vida. Cuando se describe a una persona que tiene una deficiencia, se debe usar un lenguaje neutral. No todas las personas con una discapacidad sufren; tampoco se encuentran en posición pasiva de víctima o de ser/estar afectado/a.

No descalificar con términos vinculados a la discapacidad.
Se recomienda no utilizar en sentido descalificatorio –ni siquiera en chiste– aquellas palabras que refieren alguna deficiencia. Por ejemplo, términos como autista o esquizofrénico/a son usados a menudo con el objetivo de descalificar. Se sugiere descartar de llano términos como “mogólico/a” o “retrasado/a”.

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