Horizontes de sentidos que toman relevancia en un contexto actual, a 40 años de la recuperación de la democracia, donde se vislumbran amenazas sobre la continuidad de conquistas históricas como la educación y la salud públicas, estigmatización de organizaciones y movimientos sociales, de derechos humanos, feminismos y diversidades, que avanzaron en proyectos de inclusión y ampliación de derechos.
Eurocentrismo y progreso ilimitado: Modernidad Europea.
La modernidad plantea un contexto social- histórico- ideológico donde la consolidación de los Estados nacionales necesitaron de la imposición y gradual institucionalización de un Estado que creara leyes para el disciplinamiento y el orden social en una perspectiva eurocéntrica y de progreso continuo.
Un Estado donde la certeza y la estabilidad estaban en las instituciones, en el orden de las regulaciones y del conocimiento de una razón ilustrada que luego se convierte en razón instrumental que se enfrenta a la superstición y a la ignorancia.
La emergencia de este modelo de sociedad Europea que pretende sustituir el feudalismo como formación societal histórica, plantea en las sociedades latinoamericanas divergencias y segmentaciones según determinados ritmos y procesos donde se requiere la fusión de lo “moderno” con lo “antiguo” lo arcaico” , dando cuenta de un tipo específico de modernidad que no rompe con el antiguo sistema colonial ni supera el proceso histórico posterior, llevando al surgimiento y consolidando de un capitalismo dependiente.
Según Waldo Ansaldi, en su texto “Las temporalidades mixtas de América Latina, una expresión de multiculturalismo”, el proceso de la modernidad en las sociedades latinoamericanas muestran rupturas y discontinuidades con respecto a los procesos europeos, si bien presentan lógicas similares, se pueden ver historias disimiles por la conflictiva multiculturalidad y coexistencias de historicidades, una pluralidad de identidades, de tiempos diferentes, sucesivos o superpuestos: autóctono, colonial, feudal y los posmodernos, en un continua reacción interactuar.
Estos constituyen un momento clave de la historia del continente por señalar el paso violento a un nuevo sistema de organización social, político y económico, en la transición Europea y constitución al capitalismo como nuevo forma de ser y estar en las sociedades.
La modernidad: Orden y progreso.
Para consolidar una nación era necesario poner orden y disciplina a la población, bajo la perspectiva positivista se piensa en una educación pragmática y escolarizada, dónde la infancia es un receptor que permitiría la reproducción de un sentimiento patriótico.
La hibridación social propia de los desplazamientos del campo a la ciudad, las nuevos “oficios” y búsqueda de “oportunidades” en las ciudades por la explotación feudal de las tierras, conforman una nueva modalidad social de sujetos- habitantes- que junto a las inmigraciones plantean una sociedad “visible” y mixta que debe confluir en instituciones, símbolos y simbologías de tradición nacional propias, en la búsqueda de una unificación cultural-étnico y lingüístico, indispensable para el proceso de modernización.
Es aquí donde se inculcan costumbres, valores y creencias que fundamenten una subjetividad nacional y un sentido de lo nacional, necesario de legitimidad y reproducción simbólica y material, siendo la institución- escuela- un ámbito propicio e indiscutible para la producción, incorporación y reproducción del modelo, su sentidos y símbolos.
La necesidad del proyecto de modernización debía unificar y cristalizar las distintas fragmentaciones étnicas y culturales, esta multiplicidad de signos y símbolos debían confluir un mismo sentido de pertenencia, creando necesariamente un mercado como condición para su integración en el mundo y de una cultura nacional.
Las escuelas recrean y sostienen cambios en las prácticas culturales de memorias, saber y creación, instalando un nuevo pensamiento visual que traduce la posibilidad de un nuevo orden de lo discursivo y de lo visible, donde se otorga legitimidad a la imagen.
De estas nuevas experiencias surgen nuevas subjetividades y diversidad cultural que plantea cambios en el saber mismo, y nuevos modos de conexión con la realidad y la transformación del tiempo y el espacio histórico.
La escuela se convierte en un espacio de internamiento donde se forma y construya un tipo de sujeto que responde a los ideales regulativos de la constitución que se necesita, se busca un tipo deseable de subjetividad moderna, que permita introyectar una disciplina, un comportamiento reglamentado y vigilado, sometido a la adquisición de conocimientos, capacidades, hábitos, modelos culturales que permiten un “determinado ciudadano” o un rol productivo en la sociedad.
Es así como en la Argentina, las escuelas nacionales fueron pensadas para que todos pudieran avanzar y progresar , bajo formatos de los países centrales Europeos instalaron un discurso totalizador, recreando una institución “para todos”, en el sentido que buscaban homogeneizar, obviar las diferencias y mantener un orden sin conflictos.
Una escuela moderna que se instaló en nuestro imaginario social como ámbito de formación para el progreso, el ascenso social e “igualdad”.
La posmodernidad: fragmentaciones y trasformaciones.
La crisis y la disolución de los vínculos e identidades condicionan la reciprocidad humana, la mutua responsabilidad y estas nuevas dinámicas sociales producto de la globalización, disuelven fronteras entre adultos y niños y hay una privatización de lo público.
En este nuevo contexto la movilidad social que ofrecía la escuela ya no es garantía de ascenso y la exclusión social y la inestabilidad han provocado una estructura social segmentada.
Las subjetividades en condiciones de expulsión, donde el Estado es desplazado por la emergencia del mercado, repercute en situaciones límites donde la violencia que signan estas relaciones entre los sujetos están exentas de filiaciones sociales, históricas y culturales claras, no existen discursos sociales que permitan articularse como sujetos en un entramado de relaciones sin patrones o referencias.
En este mundo sin referencias, el desafío de la Escuela es poder conciliar condiciones de posibilidades y escolaridad donde el sujeto como actor social construya conocimientos críticos en su intervención con la realidad, donde la escuela habilite espacios de vinculación con el conocimiento, teniendo el desafío de incorporar las alteridades y diversidades, en un juego de poderes donde las subjetividades propias sean partícipes necesarias en este inter juego de saberes, experiencias y referencias educativas.
Si las instituciones académicas no están respondiendo a las necesidades de formación de los individuos, esto debe interpelarnos pensando no sólo lo que es educar y cuáles han de ser sus fines, sino que para que tengan una verdadera significación en la construcción de individuos críticos y reflexivos debe incorporar estas tensiones que atraviesan la vida institucional de todos los actores pensando que estos discursos son posibilitadores de cambio y transformación.
Tenemos mucho por hacer. Apoyanos para seguir construyendo una sociedad más inclusiva. Aquí te contamos cómo.
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