Daniel Salzano
Escritor, periodista
Entre las llamas, la mala suerte, la mala uva y las inescrutables decisiones del destino, un incendio se ha llevado al Teatro Comedia por delante. Lo primero que hay que decir es que se trata de un pedazo de Córdoba que desaparece.
Córdoba, como todas las ciudades, se divide en un millón de pedacitos que difieren entre sí a causa de su luminosidad. Bueno, el Comedia era de los pocos que brillaba con luz propia.
¡Qué mala suerte! No se han terminado de barrer las serpentinas por la reapertura del Real, cuando ya estamos llorando, el duelo del Comedia.
En un par de meses hubiera cumplido 94 años y en el 2013 habría celebrado su centenario. En esta ciudad nada llega a los 100 años.
El teatro de la calle Rivadavia fue construido cuando, a través del espectáculo, entrábamos a la modernidad. Un indicio elocuente de la pasión cordobesa por el teatro: hasta hace 20 años, dos de las siete manzanas que formaban el casco chico, estaban ocupadas por salas de espectáculos
Al Comedia, dicho sea de paso, lo hizo construir don Luis Padilla, alias “el Ñato”, un prócer de la calle Rivadavia.
Al Comedia siempre lo manejaron entre Ñatos, Mingos y Pupitos, una especie en vías de extinción.
Ningún otro teatro reunía tantos indicios de popularidad: vendedores, soldados, lustrines, pungas, revendedores, pedigüeños y profesionales del levante apostados junto a la salida de los artistas, esperando a las chicas del coro.
Estamos hablando del teatro de la gente y por eso su incendio quema tanto.
Venía Fu-Manchú y actuaba en el Comedia. Venían Las Mulatas de Fuego y actuaban en el Comedia. O el Cuarteto Zupay. Históricamente su ídolo mayor era un cómico de cráneo esplendoroso que llevaba tiradores y los pantalones arremangados por encima de los tobillos: Ramírez, el Cabezón Ramírez, hacía temporadas de tres meses y se alojaba en el City, en la puerta del lado.
Ibas al Comedia a hacer una nota y no ibas al teatro sino al City. El Comedia era el espejo y el City era el país de las maravillas: ventrílocuos, malabaristas, cupletistas, bataclanas y bailarines que se paseaban en bata y con ruleros. Tenía piso de madera, el hotel, y jazmines de plástico en los floreritos.
Si se siente tanto dolor por la catástrofe es porque el cierre del teatro lleva implícita la desaparición de todo lo que lo rodeaba. En la esquina podías comprar el diario a las 2 de la mañana y, si te aburrías, podías hacerte lustrar los zapatos. Al teatro se iba con zapatos.
Escribo todo esto a gran velocidad, en un intento vano de disputarle la supremacía al olvido. Córdoba, se sabe, tiene una relación inexplicablemente perversa con su propio pasado.
El Comedia tenía por dentro muchos fondos y trasfondos visibles y sucesivos y, del telón para atrás, existía un universo propio donde se agazapaba una nota por centímetro cuadrado. Recuerdo a Pepe Soriano, en camiseta, entregado a los trabajos del masajista mientras repetía una y otra vez el texto de Lisandro. Y a Sandrini contando cuentos verdes alrededor de un batallón de utileros. Y a Moria Casán embutiendo sus pechos de reina en un corpiño sin breteles que tenía a todo el personal alborotado.
Mucha gamba, mucho linimento, mucha estampita, mucho spray, mucho Cutex, mucho mate con Criollitas. Olinda Bozán tejiendo al crochet unos escarpines para el nieto y Tu-Sam, con los pulgares pegados a las sienes, dándole órdenes a un par de tubos fluorescentes.
Cambió varias veces de patrón el Comedia a lo largo de su historia. Y hasta cambió de nombre, porque debutó llamándose Odeón, el Odeón de la calle Rivadavia.
¿Cuánto hacía que, rompiendo el chanchito, la Municipalidad lo compró para recuperarlo? ¿Un año? ¿Menos de un año?
Si no lo compraban, los especuladores se lo hubieran llevado por delante. O tal vez se lo han llevado por delante y aún no lo sabemos.
Por ahí anduvieron el León de Francia, Nuria Espert, Martín Karadajian, Pedro López Lagar, Alfredo Alcón, Nélida Roca y Pepitito Marrone.
Se ha quemado pero no ha desaparecido. Está groggy pero no está fuera de combate. Lo respalda la Córdoba más cordobesa, la Córdoba que se la aguanta.
Hay que esperar a que el humo se disipe y al día siguiente comenzar todo de nuevo.
En los viejos países los hombres levantaban su hogar junto al río. Nosotros lo haremos junto al teatro Comedia.
Fuente: http://www.lavozdelinterior.com/defaultak.asp?edicion=/07/06/29/
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