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Eli pide ayuda para tener sus audífonos bilaterales.

Tiene 25 años. Su historia refleja los riesgos que enfrentan muchas personas de quedar excluidas de la sociedad.
Las dificultades para acceder en forma oportuna a la atención de salud dejan, con demasiada frecuencia, secuelas que hacen que después la vida se torne una inequitativa carrera de obstáculos. La historia de Eli, que a sus 25 años viene lidiando desde siempre con la falta de medios y sufre desde que era una nena una sordera casi total, refleja con claridad esa situación.
Ella nació en el norte cordobés con audición normal, y la perdió
por una patología de la que nunca logró ser adecuadamente atendida por la precariedad del sistema sanitario del lugar. Hoy no tiene trabajo ni obra social, y necesita audífonos a los que no puede acceder con los magros ingresos de su marido.Su nombre completo es Ruth Elizabeth Peña, pero todos le dicen Eli. Nació en Villa de Soto, es la segunda de siete hermanos de una familia humilde y fue capaz de escuchar hasta los tres años, cuando empezó a padecer dolores fuertes y constantes en los oídos. “En Villa de Soto, entonces, no había buena ciencia y no teníamos recursos económicos para ir a otra parte”, cuenta. “Me dieron unos remedios, pero nunca supimos qué era lo que me había pasado que me dejó casi totalmente sorda”, dice.

Recuerda que terminó la escuela primaria con muchísimo esfuerzo, sentándose en la primera fila para tratar de oír a la maestra, y aprendiendo, por su cuenta, a leer los labios para poder entender lo que le decían.
“A mi abuela, que me crió, le decían que me tenía que sacar de esa escuela y mandarme a otra para discapacitados, pero allá no había”, dice. “Era muy complicado aprender para mí”.

Cuando tenía siete años, la abuela –una trabajadora rural– pudo llevarla a un médico en Cruz del Eje, que le sugirió que usara audífonos. Por entonces su madre, según relata Eli, hizo múltiples gestiones para tratar de conseguirle los dispositivos, que logró obtener recién a los 18 años, por la generosidad de un empleador de su padrastro. Mientras tanto, ella se vino a Córdoba a buscar trabajo, y al principio, cuando los audífonos funcionaban, logró emplearse para cuidar chicos.

Ahora, con un audífono roto, y otro funcionando a medias, apenas si escucha algunos ruidos, le es imposible comunicarse por teléfono porque sólo comprende al leer los labios y le da mucho temor movilizarse en la calle por miedo a que la atropelle un auto.
En abril pasado, el Ministerio de Salud de la Provincia le otorgó un certificado de discapacidad por hipoacusia bilateral, que legalmente le permite acceder a la cobertura total de las prestaciones que requiera. Y en el Hospital Córdoba le expidieron un certificado médico para poder solicitar los audífonos. Pero su discapacidad, sumada a la falta de medios, en un verdadero círculo vicioso, le imposibilita llevar adelante los numerosos trámites requeridos.

“Realmente necesito los audífonos para conseguir un trabajo y poder desenvolverme”, dice. Y con los ojos llenos de lágrimas, agrega: “Sin los audífonos no soy nada”.

Para ayudar: comunicarse con el esposo de Eli, Leonardo Luján, al (0351) 156 632663

Fuente:http://www2.lavoz.com.ar/07/08/30/secciones/sociedad/nota.asp?nota_id=109612

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