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El desafío es lograr mayor participación [LaVoz.com.ar]

Compartimos esta interesante entrevista en primera persona de Agustín Rodriguez, con quien acordamos que el acento debe ser puesto en la participación de las personas, con autonomía, empoderamiento y en el marco de la diversidad, sin imponer procesos de adaptación o asimilación.

Fuente: “El desafío es lograr mayor participación” en LaVoz.com.ar

Otra perspectiva. Agustín Rodríguez, profesor de Lengua de Señas. Privilegia el abordaje de las relaciones emocionales de las personas sordas, más que un enfoque funcional. Y afirma que hay algo más importante que la inclusión.

Por Agustín Rodríguez / Profesor de Lengua de Señas
Soy cien por ciento sordo de ambos oídos desde que nací y dos hermanos también lo son, así como algunos tíos por vía paterna y parientes lejanos por vía materna.
Soy una persona sorda considerada “prelocutiva”, porque nunca aprendí el lenguaje a partir de escuchar, como otras personas que nacen oyendo pero pierden la audición después de algunos años. De todas maneras, en mi familia esto nunca fue un problema: estamos acostumbrados a comunicarnos en lengua de señas y a mis padres siempre les interesó más mi desarrollo intelectual y mi autonomía. Ellos nos trataron a todos de igual manera y nunca tuvimos problemas de comunicación entre nosotros.
Foto: Agustín Rodríguez durante la entrevista (Pedro Castillo/LaVoz).
Somos seis hermanos en total. Pero este es mi caso, mi situación es diferente a la de otros amigos que son sordos, pues en mi casa siempre existió la biculturalidad lingüística.
Muchas veces, los padres que tienen hijos sordos consultan al médico y se sienten desesperanzados y angustiados porque algunos profesionales de la salud intervienen sin conocer la profundidad de la problemática de la persona sorda. Es fundamental respetar el lugar de la familia y también es clave derivar a otros profesionales especializados que tengan una formación integral que privilegie un enfoque de nuestros derechos.Si bien en mi vida familiar la sordera es algo natural, cuando entré a la escuela primaria por varios años intenté usar audífonos, pero no me sirvieron porque solo escuchaba ruidos.
Sentía que eran una imposición, porque los usaba todo el día en la escuela, me exigían aprender y pronunciar una determinada cantidad de palabras por día y eso era muy estresante. Después llegaba a mi casa, me los sacaba y continuaba comunicándome con lengua de señas.
A los 11 o 12 años, me revelé y dejé de usarlos porque me molestaban y me costaba mucho concentrarme. Además del estrés, afectaba mi autoestima.
La escuela a la que asistía tenía una orientación oralista en su metodología de aprendizaje para las personas sordas, y yo no concuerdo con esta línea, porque no considera a la persona en su totalidad. El modelo oralista pretende que el sordo pronuncie palabras audibles, sin tener en cuenta que la de señas es la lengua nativa del sordo y que además puede desarrollarse.
Es una colonización por parte del mundo oyente que impone su cultura, sin tener respeto por los deseos y necesidades de nuestra lengua natural.
La experiencia indica que en los sordos la oralidad conduce a la frustración, en cambio, la lengua de señas, como natural, permite interactuar con el entorno y adquirir el lenguaje.
La mayoría de los profesionales piensan en la rehabilitación de las personas sordas, se ocupan de que escuchen y hablen mejor; la preocupación está puesta en cómo disminuir “la discapacidad”.
Creo que es una mirada que parte desde un enfoque de discapacidad y minusvalía. Yo prefiero partir de una mirada antropológica, me importa la vida social de la persona con sordera. Me interesa eso, más que lograr una comunicación verbal: alcanzar una comunicación sentimental con las personas, porque esto implica considerar nuestros sentimientos y emociones y también considera la relación con el contexto en el cual interactuamos.

Vida cotidiana

Muchas veces voy a hacer trámites y cuando los empleados no saben lengua de señas, se ponen incómodos, se molestan o te derivan con otra persona que suele estar más desorientada. Muchas veces tengo que escribir para explicar el trámite porque no tienen un intérprete. Con la Asociación Cordobesa de Sordos y desde el Centro de Recursos para Personas Sordas (Crescomas), trabajamos para que en todos los organismos del Estado haya al menos un intérprete de lengua de señas. En el ámbito privado es más difícil.
Se ha avanzado mucho en estos últimos años, pero más que integración, las personas sordas apostamos a una mayor participación en la vida ciudadana, porque yo no me siento excluido: estoy dentro del sistema, pago mis impuestos, trabajo en un organismo del Estado, estudio en la universidad. Es la sociedad la que tiene el problema, la que habla de inclusión.
Para mí el problema es aumentar los niveles de participación, por eso estoy estudiando Ciencia Política en la Universidad Católica de Córdoba, ya que me gustaría aportar desde mi formación a que se promueva una mayor participación.

Perfil

Agustín Rodríguez tiene 38 años. Tiene cinco hermanos, entre 38 y 50 años (dos de los cuales también son sordos). Es profesor de Crescomas y también en la Facultad de Lenguas de la UNC. Además, es empleado administrativo en la Provincia y es estudiante de la carrera de Ciencia Política en la Universidad Católica de Córdoba.
Producción periodística: Rosana Guerra

Foto: Agustín Rodríguez durante la entrevista (Pedro Castillo/LaVoz)

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