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"Llegamos a un nivel muy alto (...) eso debiera ser valorado como deportistas profesionales" [Cancha Llena - La Nación]

"Creen que lo que hacemos no es deporte" dice en esta muy buena entrevista, el cordobés Gustavo Fernandez, reciente campeón del Abierto de Australia en silla de ruedas. Habla de la falta de sponsors y de conciencia que muchos aún tienen sobre el trabajo profesional que realizan, en este caso, deportistas con discapacidad. Habla también de la sideral diferencia en premios que tienen con su pares que practican tenis convencional: "...imaginate que un Grand Slam que es el que más paga. No me sirve para vivir"

Agregaríamos que esa falta de conciencia, ese desconocimiento, o esa inmensa desigualdad, es ideológica. Que en este caso se presenta a nivel de competidores de elite, pero que más allá de los casos singulares atraviesa la vida en sociedad.  Y sobre ello hay que transformar.
Compartimos la nota y voz clara de Fernandez.

Gustavo Fernández, campeón en el Abierto de Australia. Foto: LA NACION / Jorge Bosch
Fuente: Gustavo Fernández: "Me encantaría llegar a ser el número 1" en Suplemento Cancha Llena. La Nación

En enero, el cordobés se consagró campeón en silla de ruedas en el Abierto de Australia; las ilusiones de un gladiador que cree que todavía falta mucho en materia de discapacidad
Germán Leza
Los dos fueron campeones del Abierto de Australia. Los dos hicieron exigentes pretemporadas con largas jornadas de entrenamiento. Uno ganó 2.670.000 dólares luego de ser campeón. El otro, que también se consagró en el primer Grand Slam del año, apenas el 0,5% de ese premio. El primero es Roger Federer. El segundo es el cordobés Gustavo Fernández, campeón de tenis en silla de ruedas. Cosechó su segundo certamen de Grand Slam en singles y el tercero de su carrera como profesional, que empezó en 2010, con sólo 15 años. Por entonces, ya competía en challengers y futures. En 2011, comenzó a jugar torneos más relevantes y en uno de sus primeros partidos estuvo muy cerca de vencer al N°5 del mundo. Después de esa dura derrota, le preguntó a su coach Fernando San Martín: "Vos creés que le puedo ganar a estos tipos". "Sí, sin lugar a dudas", le respondió. Al año siguiente, con 18 años, el Gusti, como le dicen, dio sus primeros batacazos: le ganó a los N°1, 2 y 4 del mundo en la misma semana. En los primeros años, el acompañamiento y la ayuda económica de sus padres, Nancy y el ex basquetbolista y ahora entrenador Gustavo Fernández, habían sido fundamentales. Desde 2010, el Enard es su principal sponsor. La aseveración de su entrenador, poco a poco, se fue cumpliendo. En 2014, llegó a sus primeras finales de Grand Slam (Australia y US Open). En 2015, fue campeón en el dobles de Wimbledon, al año siguiente se consagró en Roland Garros, y el mes pasado, en Australia.


"Necesité perder esas dos finales, saber de qué se trataba jugar una final de Grand Slam. Creo que el punto de inflexión más grande lo hice cuando gano el dobles de Wimbledon", le explica Fernández a LA NACIÓN. Y añade: "Las claves fueron creer en lo que todavía no sabía, la perseverancia, y ser cabeza dura. Lógicamente, también necesitás talento y habilidad y esa capacidad de competencia".
-Además, vos te criaste en una familia de deportistas. ¿Practicaste deportes desde chico?
-Siempre. Inevitablemente, yo iba a tener contacto con el deporte. Yo tengo un papá profesional y él me ha ayudado. Mi papá supo ayudarme en los momentos de duda para encarar esos temas de competición y eso fue muy importante en mi carrera.
-¿Lo primero que practicaste fue el básquet?
- (Se ríe) Sí, era lógico. La pelota de básquet estaba en casa, era cuestión de agarrarla. Y de hecho me encanta el básquet, pero bueno, cada uno sigue su camino.
Gustavo Fernández, campeón en el Abierto de Australia.
Foto: LA NACION / Jorge Bosch
-También el problema era encontrar a diez en silla de ruedas para jugar, ¿no?
- Sí, en el tenis con un frontón es suficiente. Inclusive podés jugar con un convencional. De hecho, yo empecé con convencionales e inclusive hago las pretemporadas con convencionales. En cambio, en el básquet necesitás gente en tu misma condición, más cuando vas creciendo porque se ponen altos los muchachos, y que sean muchos.
- Los comienzos deben haber sido muy difíciles. Actualmente, ¿podés vivir del tenis?
- Sí, es mi trabajo. Económicamente, estoy bien. Los comienzos fueron complicados. Hubo mucho esfuerzo de mis viejos. Todo viaje que había en Sudamérica o adonde tuviéramos que ir me los cubrían ellos. No somos multimillonarios ni teníamos plata para derrochar. En ese sentido, me apoyaron en todo.
-Los prize money de los torneos tampoco te sirven de mucho.
-Y no, e imaginate que un Grand Slam que es el que más paga. No me sirve para vivir, por eso agradecemos al Enard la banca.
-¿Por qué pensás que pasa eso? Es mucha la diferencia.
-A ver. Podemos estar hablando cuatro horas. Es falta de conocimiento y conciencia de lo que se hace. No lo logro entender. Yo no te pido cobrar lo mismo que Federer pero tampoco un 0,02% (ese es el porcentaje del total de los premios en Australia en relación con el torneo convencional) porque yo también tengo mucho costo. Llegamos a un nivel muy alto ya y creo que eso debiera ser valorado como deportistas profesionales. No como alguien que está en una silla de ruedas y hace deporte. Como profesional. Yo me preparo mucho para rendir al mejor nivel y hacer un show bueno, decente. Es algo para trabajar y rápido. Hay muchos deportistas en el mundo que se pierden por un tema económico.
-Y a nivel local, ¿qué creés que falta para que se siga desarrollando el tenis adaptado?
-El apoyo de un sponsor privado es nulo. De hecho, nunca conseguí uno.
-¿Ni siquiera ganando Roland Garros?
-Nada. Creo que es por eso: creen que lo que hacemos nosotros no es deporte. Nunca se han acercado a ver lo que hacemos. Yo invito al que quiera que venga a ver los entrenamientos en el Centro Asturiano. Y después que lo vea si cree que no es deporte lo que hacemos voy a aceptar su opinión. Creo que se está cambiando ese prejuicio de que discapacidad y deporte no coinciden. Creo que también la conciencia como para el discapacitado se está cambiando cada vez más. Pero hay que trabajar mucho y a partir de ahí va a cambiar todo.
-¿Pensás que todavía en materia de discapacidad falta trabajar mucho?
-Uh, un montón. El prejuicio de creer que el discapacitado es, para decirlo brutamente, "inútil", es totalmente falso. Uno ve al discapacitado y automáticamente se pone limitaciones que muchas veces no existen. En vez de tomarlo con más naturalidad, en vez de prestarle tanta atención a la discapacidad, hay que soltarse un poco más y disfrutar más de la persona. En ese sentido, nos falta evolucionar un montón con sociedad.
-¿Cómo sigue tu actividad este año?
-Vacaciones. A disfrutar también de eso, que desde octubre de 2015 que no tenía. Estoy contento de poder descansar un poco. Después, arranca la gira europea en Madrid y hasta agosto estoy en Europa. Asi que hay que preparse muy bien para eso.
-¿Y qué sueños te quedan?
-Muchos. Personales y profesionales. En todo sentido. En cuanto a los profesionales, me encantaría llegar al uno (actualmente es N°4 del mundo). Creo que es viable. Estamos trabajando para lograrlo, pero es duro. Trato de no prestarle mucha atención. Siempre dije que mi objetivo profesional es ser lo mejor que yo pueda ser. No es la prioridad. Es un sueño, pero yo estoy muy tranquilo, muy feliz. Cada vez disfruto más lo que hago y eso es algo muy importante.

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