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«Un lugar donde vivir, un trabajo que elegir, una mesa a compartir y un apoyo pa volar»

El viernes pasado, unas cinco mil personas volvieron a salir a las calles de Córdoba para demandar la aplicación plena de la Ley Nacional de Salud Mental, que el próximo año cumplirá 10 años desde su promulgación. Desde APADIM y con el protagonismo del Taller de Decisiones del Centro de Día, volvimos a participar en el colectivo organizador.


Unas cinco mil personas volvieron a salir a las calles de Córdoba para demandar la aplicación plena de la Ley Nacional de Salud Mental, que cumplirá 10 años desde su promulgación.
Todas las fotos corresponden a la cobertura colaborativa de fotografxs de la 6ta Marcha.  Más info ➡️ www.marchasaludmental.com.ar
Avenida Vélez Sarsfield a la altura del Museo Genaro Pérez. Atraviesa la calle, de vereda a vereda un muro blanco, de más de dos metros de alto. Unos "funcionarios burócratas" de negro agregan una y otra hilera de ladrillos de cajas de cartón. El muro y la calle cortada esperan la movilización que ya superó la esquina de Colón y General Paz. Los funcionarios construyen el muro para contener, para encerrar a una marcha que lucha por la libertad. Un colectivo que exige que la segregación y la exclusión nunca más sean pensadas como medidas terapéuticas. Porque nadie debe vivir en un manicomio.


La pared de cartón representa los muros reales pero también simboliza las barreras sociales que impiden la participación, simboliza la segregación de las personas con discapacidad, la falta de accesibilidad, los prejuicios, la discriminación y también las políticas de ajuste y desatención estatal de los derechos sociales básicos.  "Frente a los muros y el abandono, puentes hacia la comunidad", plantea y exige la consigna de esta sexta marcha por el derecho a la salud mental.

Un colectivo que exige que la segregación y la exclusión nunca más sean pensadas como medidas terapéuticas. Porque nadie debe vivir en un manicomio.

Una hora antes, la marcha había partido de Colón y Cañada. La radio abierta agitaba y daba micrófono a las distintas organizaciones de usuaries. Cada cual decía por qué marchan: porque se aplique la Ley Nacional de Salud Mental, porque se abran dispositivos sustitutivos al manicomio, porque se cumpla el presupuesto de salud mental en los hospitales generales, en los centros de salud barriales. Entre ellos, el Taller de Decisiones de APADIM también decía sus cosas: basta de recortes en discapacidad, por más oportunidades, porque haya los apoyos necesarios y adecuados para cada persona. Porque haya techo, trabajo, salud, educación y mucho amor.


Cuando la marcha llega, el muro ya tiene unos 3 metros de alto y unos 20 metros lo separan de la bandera barredora sostenida por usuarios de salud mental, personas con discapacidad, mujeres, jóvenes, viejos.  Familias. Y acompañados por trabajadores, por estudiantes, por vecines.  Todos representan a las más de 12 mil personas que aún hoy viven internadas en 162 hospitales monovalentes públicos y privados de todo el país. Muchos están encerrados hace décadas: el promedio de internación es de 8 años en los privados, y 12 en los públicos.

"Frente a los muros y el abandono, puentes hacia la comunidad" plantea la consigna de este año.

Representan a los cuerpos de quienes han perdido todo. Porque viviendo en manicomios, las personas con discapacidad psicosocial e intelectual terminan perdiendo sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. Pasa en cualquier hospital monovalente: allí las personas pierden las oportunidades, los trabajos que tenían antes, los que ya no tendrán, marcados con el estigma de la locura. Porque además la salud mental y la discapacidad están mal vistas y tienen mala prensa. A menudo los medios reproducen y potencian discursos y representaciones que vinculan la locura con la peligrosidad, con la violencia y la incapacidad. O la discapacidad con ideas de héroes y ejemplos de vida que "padecen" la discapacidad. No, lo que se sufre son las barreras. Para transformar esa cultura también marchan quienes marchan.


Algunos se adelantan y grafitean sobre la pared: “No más encierros”. La movilización avanza y finalmente rompe el muro. Los ladrillos de cartón vuelan por los aires. Una escena violenta, disruptiva, colorida, alegre, liberadora.  La 6ta Marcha por el Derecho a la Salud Mental rompió el muro y avanza. Imposible no sentir la emoción erizando la piel.

Representan a las más de 12 mil personas que aún hoy viven internadas en 162 hospitales monovalentes públicos y privados de todo el país.


Sigue la columna principal y metros más adelante, se despliega, por tercer año consecutivo la bandera de cien metros que desde el 2017 es una de las marcas de identidad de esta marcha, que a esta altura también es una fiesta. La bandera tiene una leyenda que se lee desde los edificios: “La Salud Mental está en los Derechos”. Los grupos se mezclan y sus banderas se pliegan. Todas y todos toman con sus manos esta bandera común que identifica al colectivo, al movimiento y a la lucha. Por debajo de la bandera algunxs se lanzan divertidxs a correr, agachadxs, de una punta a la otra del paño que hace olas sobre sus cabezas. Definitivamente esta movilización es más que una fiesta: es un poderoso acto político que disputa con alegría las profundas raíces culturales de la ideología normalizadora.


Esta movilización es un poderoso acto político que disputa con alegría las profundas raíces culturales de la ideología normalizadora.


Un par de cuadras más y la movilización finalmente alcanza la Plaza Vélez Sarsfield. Los encargados de conducir desde el escenario también son compañeros usuarios. Ellos reciben a miles de personas que han marchado y presentan cada momento del evento. Primero aparece un video tutorial que enseña a bailar la coreografía de la canción de la 6ta Marcha.  Cada año, desde la cuarta edición, el colectivo organizador compone, produce y graba, de manera participativa una canción cuya letra surge de la consigna del año y resalta los puntos más importantes del documento. 

Este año la canción cantó a los muros que “vamos a derribar”. Muros “del abandono social”, de la “desidia estatal”, del “negocio fatal” de los privados; pero también a los puentes “hacia la libertad”, que “permiten reparar”, que “construyan dignidad”, “hacia la comunidad”.


La canción especifica demandas: “venimos a demandar un lugar donde vivir, un trabajo que elegir, una mesa a compartir y un apoyo pa volar” e invita a los colectivos sociales: “es con todes esta lucha, nadie nos puede faltar: ni los pibes con sus gorras, ni las pibas con su historia, les vecines, la memoria, toda la diversidad”.

Los miles que se amontonaron y cobijaron en la plaza Vélez Sarsfield, cantan, bailan la coreo, cada cual a su manera.  Un pleno disfrute compartido. La Marcha por el Derecho a la Salud Mental produjo un nuevo momento de historia, de sentido colectivo. Un nuevo hecho político desde los cuerpos diversos y las voces heterogéneas de un colectivo que hace pensar cada vez más en un auténtico movimiento social.  


«...un lugar donde vivir, un trabajo que elegir, una mesa a compartir y un apoyo pa volar

Luego de la canción y antes del festival de solistas, bandas y grupos de teatro -todos de usuarixs- vino la lectura del documento que recoge las demandas de la marcha.  Un video en realidad, que registró voces múltiples, heterogéneas, algunas leyendo y otras diciendo con otras -sus propias- palabras las múltiples e históricas vulneraciones a los derechos humanos de las personas usuarias: al trabajo, a la educación, a la salud, a la libertad, a la vida independiente, a tomar las propias decisiones, a la vida en comunidad, a expresar.  Las responsabilidades apuntan a los gobiernos nacional, provincial y municipal; pero también a los sectores privados de la salud mental; responsables todos de que a meses del año 2020 nuestro país no cumpla con el plazo comprometido internacionalmente para la sustitución definitiva de los manicomios, la reconversión de los centros monovalentes de salud mental, la transformación en un sistema de atención comunitario, integral, público, inclusivo, interdisciplinario y respetuoso de los derechos humanos y el despliegue de políticas públicas que favorezcan los derechos sociales de las mayorías. El documento, las demandas, la marcha dejó en claro cuán lejos estamos de ese objetivo y de la reparación que el Estado debe a tantas vidas arrasadas.  La lucha continuará.




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